miércoles, 9 de abril de 2008

Micro-historias de terror (II)

Un día cualquiera

Don Carlos era un profesor de Universidad serio, enjuto, envejecido no tanto por la edad sino por su desmedida afición a los libros. Eternamente encorvado en sus libros y sobre todo aquello que fuera negro sobre blanco. Aborrecía la modernidad. Le daba verdadera alergia. Todo lo que emitía el más mínimo tufillo de frivolidad le aterraba, y le encantaba decir a sus allegados, pues amigos no tenía, en un hábil juego de palabras, que consideraba la cultura actual como "llena de vacuidad". Pero a pesar de su caracter uraño nunca tuvo enemigos, y nadie se explicaba que su casero encontrara el cadáver putrefacto de Don Carlos en el suelo de su salón, tras varios meses sin pagarle el alquiler. "Era poco hablador, pero no se metía con nadie y pagaba puntualmente", dijo a la policía. Allí mismo, tendido en el suelo el forense dictaminó la causa de la muerte. "Este hombre ha muerto de miedo. Necesitaría hacer más pruebas en el laboratorio, pero nada da indicios de lo contrario", dijo al astuto inspector encargado del caso. Éste asintió con la cabeza haciendo notar que ya lo sabía. Que las pruebas de laboratorio no iban a ser necesarias, y que disponía de más información de la necesaria. El inspector esbozó media sonrisa no exenta de humor negro, porque sostenía entre sus dedos algo que encontró bajo el cadaver minutos antes de que llegara el matasanos. Un llamativo sobre color magenta con la foto de una rubia un tanto hortera, y sujeta con un clip una invitación que rezaba así: "Tengo el honor de invitarte a mi programa, en el que te entrevistaré personalmente acerca de la reciente publicación de tu libro. Hablaremos de nuestras "cositas" y podrás acompañarme aconsejando a nuestras televidentes en mi consultorio de sexo adolescente. Muchos muacks, Cristina... Tárrega". "Lo sé, Doctor". Exclamó el inspector. "Lo sé..."

3 comentarios:

Señorita Puri dijo...

jajajajaja y luego pasarás una velada íntima con Josemi Josemi Rodriguez Sieiro jajaja y ahí ya lo remató pa siempre

leyrecita dijo...

No me sorprende nada la muerte. Yo sólo con la lectura del relato ya estoy acojonada

Mon dijo...

jajajajaja...