Futurismos

La realidad me golpea a diario en la cara, aunque no quiera. Hoy me mandaba una compañera de trabajo dos fotos de niños que viven en basureros en Guatemala, y que ella misma ayudó hace dos semanas a hacer de su vida algo mejor (viajando alli, pagando de su bolsillo el billete, quitandose de su tiempo de descanso para darlo a los demás). Estos días me planteo seriamente hacer algo por la gente que más lo necesita. Yo no estoy en crisis. Yo me despierto cada dia y me pregunto que voy a comer hoy. Ellos también se preguntan qué van a comer ese día.

Una entrada de señorita puri me ha hecho reparar en mi desmedida afición a la ciencia-ficción. Una retrasada con la que salí lo denominaba (con gracia, pero ofensivamente), como "truñitos voladores" o "kakotas del espacio". Lo cierto es que no sabía lo que decía. Y tampoco trató nunca de entender dicha afición. Es lo fácil. Tildar a alguien de freak es lo más cómodo. Pero las verdaderas razones para que me apasione el género son, a mi entender, más enriquecedoras de lo que parece, ya que para mi el cine es contar historias, pero también es evasión.

Los problemas están ahi. No se me olvidan, ni soy insensible a ellos. Pero no necesito que me los recuerden también cuando trato de divertirme, de ser feliz (por eso evito las pelis "lacrimógenas"), y eso es lo que el buen cine de ciencia ficción consigue. Llevarme a otros mundos aunque estén en este. Porque todo corazón necesita descanso. Hasta el más trabajador.

Para ver dramas que hacen llorar me basta con salir a la calle.