
No quiero crecer. Lo he decidido hoy. Llevo varias semanas descubriendo que mi verdadera vocación son muchas cosas, pero ninguna trabajar, tener una hipoteca o reproducirme.
A medida que avanza mi vida cada vez menos cosas consiguen hacerme infeliz. Y cada vez soy más feliz. Pero completar mi desarrollo emocional implica que el trabajo, por ejemplo, no me quite tiempo de escribir, reirme, charlar con los amigos... en definitiva, ser.
Ya, ya se que parece una obviedad... pero esto me lleva a reflexionar acerca de una frase que oí el otro día, que hablaba acerca de porqué tantos niños nos parecen especiales y sin embargo hay tantos adultos mediocres... nos ponemos una "máscara de madurez" para pasar desapercibidos en esta áspera sociedad. Es una forma de sobrevivir en ella, que me recuerda a la pelicula de "la invasion de los ultracuerpos". En un momento de renuncio, de mostrarte como eres, la gente te señala con el dedo y no te permite ser un crío si te da la gana, ni sacar tu verdadero yo. Pues que sepáis que Peter Pan a mi lado muchas veces resultaría un viejo. Y eso no me impide pagar el alquiler, o ser capaz de criar a un niño como yo.
No, no quiero crecer. Y no, no me avergüenza reconocerlo. Es más, cuanto más tiempo pasa más me rebelo, y menos me gusta ser un adulto si por adulto entendemos ser egoísta, insensible... duro. Áspero y... cruel.
Cuanto más tiempo pase más yo mismo seré. Menos me importará el que dirán. Acabaré mis días, como dice y desea también mi hermano Pablo, siendo un viejo que se pasea desnudo por todas partes en plan exhibicionista. Por fuera. Pero por dentro, en paralelo, paulatinamente y como dijera en su día García Marquez, iré retrocediendo a la infancia hasta convertirme en un niño, luego en un bebé y después un espermatozoide...
con barba, eso sí.
(A Sara. La mujer cuyos textos me abrigan el alma y me abrazan fuerte el corazón. Y no lo sueltan).